También vivia por allí un escorpión, que cierto día le suplicó a la rana: Deseo atravesar el río, pero no estoy preparado para nadar. Por favor, hermana rana, llévame a la otra orilla sobre tu espalda.La rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones y desencantos, respondió enseguida: ¿Que te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si te subo a mi espalda, me inyectarás un veneno letal y moriré!
El inteligente escorpión le dijo: No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré. Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, perecería ahogado
La rana se negó al principio, pero la incuestionable lógica del escorpión fueron convenciéndola... y finalmente aceptó. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y comenzaron la travesía del río Níger.
Cuando llegaron a la mitad del río el escorpión picó a la rana. Ella sintió un dolor agudo y percibió cómo el veneno se extendía por todo su cuerpo. Comenzaron a fallarle las fuerzas y su vista se nubló. Mientras se ahogaba, le quedaron fuerzas para gritarle al escorpión: ¡Lo sabía!. Pero... ¿Por qué lo has hecho?
El escorpión respondió: No puedo evitarlo. Es mi naturaleza
Y juntos desaparecieron en las profundas aguas del río Níger.

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