A veces de noche, enciendo la luz para no ver mi propia oscuridad.

miércoles, 26 de enero de 2011

En las orillas del río Níger, vivía una rana muy generosa.
También vivia por allí un escorpión, que cierto día le suplicó a la rana: Deseo atravesar el río, pero no estoy preparado para nadar. Por favor, hermana rana, llévame a la otra orilla sobre tu espalda.
La rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones y desencantos, respondió enseguida: ¿Que te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si te subo a mi espalda, me inyectarás un veneno letal y moriré!
El inteligente escorpión le dijo: No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré. Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, perecería ahogado
La rana se negó al principio, pero la incuestionable lógica del escorpión fueron convenciéndola... y finalmente aceptó. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y comenzaron la travesía del río Níger.
Cuando llegaron a la mitad del río el escorpión picó a la rana. Ella sintió un dolor agudo y percibió cómo el veneno se extendía por todo su cuerpo. Comenzaron a fallarle las fuerzas y su vista se nubló. Mientras se ahogaba, le quedaron fuerzas para gritarle al escorpión: ¡Lo sabía!. Pero... ¿Por qué lo has hecho?

El escorpión respondió: No puedo evitarlo. Es mi naturaleza





Y juntos desaparecieron en las profundas aguas del río Níger.

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