Me tumbe en el suelo a pensar en lo que había hecho, mientras un escalofrio reccoría mi espalda. La sensación del silencio perpetuo, la sangre sobre mi cuerpo y ropa no me permitían discernir entre lo real y lo ficticio. Cada trueno hacia un eco en mi mente...y cada sonido del segundero lo hacía coincidir con el latir del corazón. No lo pude soportar y me eche a llorar, pero...no lloraba de pena, sino mas bien, lloraba porque recordaba a mi hermano en su lecho de muerte, lo cual me hacía sentir el mas desdichado entre los hombres. Sólo deseaba algo real, poder tocar cosas que no sentía, detenerme y sentir que pertenezco.
Luego de minutos de sollozar tan estupidamente, tanto así, que me daba pena de mi mismo. Decidí levantarme, tomar mi arma, y dejar tu pulsera sobre la cama.
- Que tengas dulces sueños - dije, mientras me acercaba a la puerta. Una vez fuera, me detuve una última vez apoyandome en la puerta, levante mi mirada hacia el cielo observando como caía la lluvia, tan fría, tan liberadora...¿En verdad hice lo correcto?. Me saque la polera toda ensangrentada para poder ponerme mi chaqueta. La lluvia era incesante, se veía que no iba a parar en toda la noche, no era algo que me importara mucho, me ayudaba a purficarme y librarme de mi pasado, el pasado al cual había estado amarrado por 20 años. ¿Cómo el mundo podía esperar que cambiara, si ellos seguían igual?. La vida se segmentaba desde aqui, y ya no había vuelta atrás. Dando un paso puse inicio al éxodo de mi vida, hacia el oscuro devenir de la noche, una noche de miercoles.
- El café estaba amargo - (...)
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Hace 11 años
